“ C A B E Z A H A B I T A D A ”
Centro Cultural El Carmen
Ayuntamiento de Murcia
Sin espejos donde mirarse cree ser igual que otros a los que mira. Si esta delante de un hombre de su tribu se imagina a si mismo con los rasgos angulosos; si se encara con una mujer, traslada a su físico la curva de sus pechos. Sin espejos donde mirarse ignora los rasgos de su ser biológico. Sin espejos donde mirarse, solo siente.
Decidió que todos éramos uno y dibujó una cabeza, un perfil plano. Un modelo casi universal sin sexo, ni raza, ni edad. Ningún signo identificativo, solo el perfil esquematizado de la raza humana. Para hacerla aún más impersonal, la pintó de colores que no recordaban el tono de la piel. El resultado fue una silueta que no decía nada; una caja aún vacía.
Las colgó en la pared del dormitorio. Treinta cabezas azules, verdes, grises.......mirando a la derecha, a la izquierda, boca abajo. El siguiente paso era evidente: se hizo coleccionista de historias. Tardó pocos días en reunir un buen número de vivencias y sensaciones. Encima de la mesa estaban el amor y el deseo, corazones soñadores, solitarios, pájaros libres, personas perdidas, los que esperan y desesperan.
Los unió con las treinta cabezas y consiguió historias inconclusas. Historias que, como los icebergs, muestran solo una parte de lo que son. Apagó la luz y se quedó profundamente dormido. Sabía que los relatos se completarían con tu mirada.
Centro Cultural El Carmen
Ayuntamiento de Murcia
Sin espejos donde mirarse cree ser igual que otros a los que mira. Si esta delante de un hombre de su tribu se imagina a si mismo con los rasgos angulosos; si se encara con una mujer, traslada a su físico la curva de sus pechos. Sin espejos donde mirarse ignora los rasgos de su ser biológico. Sin espejos donde mirarse, solo siente.
Decidió que todos éramos uno y dibujó una cabeza, un perfil plano. Un modelo casi universal sin sexo, ni raza, ni edad. Ningún signo identificativo, solo el perfil esquematizado de la raza humana. Para hacerla aún más impersonal, la pintó de colores que no recordaban el tono de la piel. El resultado fue una silueta que no decía nada; una caja aún vacía.
Las colgó en la pared del dormitorio. Treinta cabezas azules, verdes, grises.......mirando a la derecha, a la izquierda, boca abajo. El siguiente paso era evidente: se hizo coleccionista de historias. Tardó pocos días en reunir un buen número de vivencias y sensaciones. Encima de la mesa estaban el amor y el deseo, corazones soñadores, solitarios, pájaros libres, personas perdidas, los que esperan y desesperan.
Los unió con las treinta cabezas y consiguió historias inconclusas. Historias que, como los icebergs, muestran solo una parte de lo que son. Apagó la luz y se quedó profundamente dormido. Sabía que los relatos se completarían con tu mirada.
Texto: Begoña L. Limia
56x56 - 2007